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Sueño que sueño

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La primera noche soñé que me estrellaba en el auto. Estaba lloviendo muy fuerte y tenía poca visibilidad. Me urgía llegar a casa, era ya tarde y me estaban esperando para cenar. Solo recuerdo que llevaba un pollo frito, de ese lugar que le encanta a Claudia.

Un trailer se me cerró, invadió mi carril de repente. No lo vi llegar, unas luces altas de no sé donde me cegaron. El auto empezó a patinar. Empecé a dar vueltas y vueltas y vueltas y empece a gritar. Mis gritos despertaron a Claudia.

– ¿Tienes una pesadilla, Puruxo?

– Sí, soñé que estábamos en un concierto de reguetón. Por eso los gritos, no aguantaba esa pinche “música”. Discúlpame, duerme por favor.

No le quise decir nada. Ella cree mucho en las premoniciones pero yo siempre he sido escéptico. 

Por si las dudas, ese día me moví en UBER. No vaya a ser la de malas.

Le dije que el motor estaba fallando y prefería llevarlo el fin de semana al taller, con más calma, para revisión.

Y sí, pasé a comprar ese pollo que le gusta, tomamos café y vimos algo en Netflix. Nos acostamos un poco tarde porque la película estaba muy buena.

Esa noche soñé que me hablaba un prospecto para concursar un proyecto. No era claro quien era, solo entendía que tenía que presentar una propuesta en tres días y me preguntaban si estaba interesado.

– Nos recomendó el Sr. Carlos Gómez, dice que ha trabajado con ustedes por 15 años.

– Sí, claro, el buen Carlos… Llevamos trabajando para EGEDA casi todo el tiempo que lleva de existencia la agencia

Sonó el despertador y ya tenía dolor de cabeza. Ultimamente me pasa todas las mañanas, se me quita poco a poco mientras arranco actividades, la talacha matutina antes de bañarme.

Ya llevaba un buen rato trabajando cuando sonó el teléfono de sorpresa (cosa tan sorpresiva en estos tiempos de la generación)

– Buenos días. ¿David Rivera?

-Sí, soy yo. A sus ordenes. Dígame…

Al terminar la llamada me quedé pensando… ¿Qué carambas está pasando? Ya me asusté.

La tercera noche Claudia se despertó en la madrugada.

Estaba sentado, platicando animadamente con alguien.

– Puruxo. ¿Qué pasa, estás soñando?

– No, todo bien, aquí nomás platicando con mi padre. Perdona que te haya despertado, a dormir por favor.

Esa broma ya se la había hecho algunas veces. Sucede que por un problema de la nariz, un tabique desviado, a veces me ahogo y me despierto. En esos momentos me siento un rato al borde de la cama y Claudia con su sexto sentido se despierta. La única cosa es que esa vez estaba hablando, y no era broma, mi padre me estaba diciendo algunas cosas.

– David, lo que tienes puede ser un don o una maldición. Tú eliges como lo quieres sobrellevar. Mi abuelo decía que podía ver cosas en sus sueños que iban a pasar en un futuro, pero podían pasar semanas antes que se cumpliera esa profecía. Aparte esos sueños eran esporádicos. Tú los estás viviendo cada noche y se cumplen las cosas al día siguiente.

– Bueno, papá. Tal vez sea un don. Puedo evitar que sucedan las cosas malas y puedo sacar el mejor provecho de las cosas buenas. ¿Cómo ves?

– Lo que será, será, tarde o temprano David. Solo te digo eso. Vuelve a dormir.

Así empezaron mis sueños, cada noche. La mayor parte de las veces era sobre cosas cotidianas. Que un amigo me iba a decir sobre si lo podía ayudar con un problema, por ejemplo, y cuando me lo explicaba, era exactamente lo que había soñado.

Procuré ser prudente para no interrumpir a la gente.

Si de repente soñaba que se rompía mi taza favorita, simplemente usaba una que no me importara.

Si veía que iba a ser un día con un tráfico impresionante, salía media hora antes de lo previsto.

Hasta ese momento era más un don que una maldición, como le había dicho a mi padre.

Pero “lo que será, será”, tarde o temprano. Y el problema es no saber exactamente cuando el destino te alcanza.

Finalmente ese choque sí sucedió, justo como lo había soñado, meses después. Lo bueno es que conservé la sangre fría y no pasó a mayores (y sobre todo iba solo, Claudia me estaba esperando para cenar con ese pollo frito).

Mi taza favorita se rompió en Navidad, nada que hacer.

Y aquel proyecto que me ofrecieron, finalmente no lo ganamos. Si en mi sueño hubiera visto que esos tres días de frenesí no me iban a garantizar un cliente nuevo, me hubiera ahorrado la molestia. Un sueño incompleto pues.

Así que amigos, háganme caso por favor. Si les marco a las 7 am y les digo que no se suban a su auto, háganme caso. No me tiren de a loco.

Puede que todo sea una mera casualidad.

Puede que las premoniciones no existan.

Pero digo, más vale mejor no arriesgarse. ¿O no?

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