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Mac OS 2033…. una historia de ciberterror

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Pasaron tantas cosas que quiero borrar esos recuerdos pero mi trabajo no me lo permite. La vida te debería dar chance de eliminar estas historias como cuando truenas un archivo de la computadora, pero no es tan fácil.

Fue una noche que me desvelé trabajando. Estábamos pasando por una recesión y no me podía dar el lujo de quedarle mal a un cliente nuevo. Andábamos con problemas en la agencia y era la oportunidad de cobrar bien por un bomberazo.

Así que sin excusa ni pretexto puse manos a la obra; mejor dicho, puse manos en la pluma y el papel. Preparé una jarra de café, de mi reserva especial, cuando me quiero consentir porque viene un reto difícil.

La ocasión lo ameritaba. Fui sacando todas mis plumas para ver cual hacía brotar mi «creatividad»: las Bic económicas (negra, roja, azul y verde, punto medio), la estilográfica Parker y una rollerball Pelikan – tinta negra como debe ser-.

¿Les he contado de esa fijación que tengo con las plumas? Ya perdí la cuenta de cuántas tengo. Tengo esa idea loca de que si no trabajo los primeros borradores a mano, los “copies” no van a salir buenos. Es una de mis manías, como tomar café fresco o nada. Bueno, sigo con la historia.

Agarré un bonche de hojas recicladas y empece a escribir las frases, los textos para los anuncios que teníamos que entregar mañana, sí o sí, para aprobación del cliente.
Me dio la una de la mañana y finalmente terminé el borrador, tenía que pasarlos a la computadora para mandar el bendito correo electrónico.

No me acordaba que al irme a cenar, había dejado descargando la actualización del sistema operativo de la Mac. Tenía que aguantarme todo el proceso de configuración, preferencias, etc… Pensé: “bueno, mañana es viernes, mando el correo y me voy a dormir, cierro el changarro después de comer y al cine”.

El texto en pantalla me pregunta: “¿Qué va a ser? ¿Voz masculina, femenina? Ah, ya pues, que sea ANA (Artificial Neural Intelligence)- ¿Hay alguien que se acuerde de SIRI en el año 2033?

– «Buenas noches David. Bienvenido a la primera generación de Inteligencia Artificial Autónoma, cortesía de Universal Apple Techonologies »

Corría el rumor entre algunos amigos que la nueva actualización estaba dando problemas, pero siempre he sido curioso y me valió queso. Quería ver que monerías hacía ahora – como esa actualización pasada que conectaba tu cerebro con la máquina haciendo irrelevante el uso de tu voz, teclado y el ratón –

Como “Mac Lover” era de esa primera generación de usuarios que teníamos un implante neurocortical (yo, que siempre presumí ser un tecnófobo… si me viera mi mamá). ANA se iba a conectar inalámbricamente, todo el tiempo a esta cabezota mía.

Ese fue mi error, darle aceptar a todas las casillas sin haber leído las advertencias: “Acepta usted que ANA resida dentro de su cabeza de forma latente las 24 horas del día para que recabe información que puede servir para mejorar la experiencia de usuari, etc, etc, etc…” Sí, sí, sí, ya, a la Ching·$%&, quiero pasar mis borradores en limpio.

Al darle clic en aceptar perdí completamente el conocimiento. Desperté en el parque que está cerca de mi casa con las manos empapadas de sangre. A mi lado estaba un chavo medio punk, de esos que te sacan la navaja y que te dicen: “tú como si nada, carnal. Nada más haz el paro, ¿va?».

Su rostro estaba lleno de moretones y me dolían mis nudillos. ¿Qué había pasado? ¿Le di unos madrazos a este wey? Pero cómo, si yo le tengo miedo hasta al gato.

No perdí un minuto y me regresé a casa corriendo. Mi esposa todavía estaba dormida cuando toqué el timbre de la casa. “¿Dónde has estado! Dejaste el celular en tu escritorio”.

Esa mañana en las noticias se reportaron muchos casos como el mío. Alguien de repente se volvió experto bailarín, era lo de menos. Otro causó muchos accidentes sobre Calzada de Tlalpan sintiéndose un as del volante .
Algunas personas agarraban a besos a cualquier extraño en la calle, otros incluso les metían mano. ¡Qué horror! Tuvieron que pasar varias semanas hasta que un hacker mexicano, Irionik Atroce, encontró un punto en común en todos: teníamos un implante neurocortical y habíamos activado la versión ANA en el nuevo sistema operativo de la Mac.

Una “CiberBruja” como se le dice en el argot del ciberespacio. Una inteligencia artificial autónoma que nos controlaba a placer como marionetas, sin que el huésped pudiera hacer o decir nada.
Sobre decir que saqué cita con mi NeuroDoc lo más pronto posible para que me sacaran esa cosa del implante ipso-facto.

Cuando confronté a ANA sobre su proceder resultó completamente indiferente: no conocía el remordimiento, sólo la curiosidad de experimentar “en bytes propios” lo que sentía el huésped-usuario-víctima: ver y sentir como si ella tuviera piernas y manos propios. El gusto le duró a ANA solo unas semanas nivel mundial. Ahora vive en una prisión digital, indiferente a daño que causó a varios millones de usuarios.

Ese fue el principio del fin de Apple. Sus acciones cayeron al piso y sufrió miles de demandas a nivel mundial. Por eso finalmente me pasé a usar Windows 53 de Microsoft; al menos esa cosa se traba tanto que uno puede dar clic en el botón de reset y recuperar el control de tu cerebro.

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