SUEÑO QUE VIVO
(una relato corto, ficción, en recuerdo de mi padre).
El 2 de agosto del 2043 mi padre falleció por las consecuencias de su tercer derrame cerebral. Don Luis siempre fue un tipo fuerte, que en todo momento luchó por salir adelante. Con medicina, fisioterapia y el apoyo de todos mis hermanos, le echamos porras para sacarlo de la cama, pero el destino lo alcanzó un maldito domingo por la madrugada.
Fue devastador para todos nosotros pensar que ya no íbamos a poder platicar con él, pedirle consejo, escuchar sus historias, recibir sus regaños cuando la regábamos en la vida cotidiana.
Mi buen amigo Ricardo Marcelín tuvo una idea: “que tal si utilizamos este algoritmo, que llevo años desarrollando con mis estudiantes de ingeniería en la UAM, y recreamos a don Luis virtualmente”. ¿Cómo? – “No es que sea muy sencillo, pero voy a necesitar que toda la familia y amigos que convivieron con tu él se conecten a la plataforma Memorex y le den permiso al sistema de leer la comunicación digital entre ellos”.
El principio es muy “sencillo” y a la vez complicado, me explicó Ricardo; con base en toda la información que la Inteligencia Artificial pueda recuperar del ciberespacio, podemos recrea su personalidad hasta cierto punto. “Qué te parece?”. ¡Pues manos a la obra, Master!
Pasaron varios meses para empezar a ver resultados. En la última etapa de desarrollo, todos aquellos que éramos neurocompatibles con la Inteligencia Artificial, nos colocábamos una como “araña” en la cabeza que nos permitía platicar con don Luis durante el sueño.
Al principio era como un niño pequeño, teníamos que jugar y platicar de nuestros recuerdos con él para que fuera madurando el avatar, hasta que meses después, una buena noche me dijo,… “¿Eres tú, David?”… “Sí, padre, ¿cómo has estado?”
Ese fue mi vicio, dormir para platicar con mi padre todas las noches. Dejé de desvelarme, corté mi vida social, incluso eliminé el café (lo cual es de por si ya mucha cosa), para garantizar el mejor sueño REM posible, y tener así una conexión óptima a MEMOREX.
“Padre, ¿por qué nunca me dejaste aprender piano?”. “Me preocupaba tu futuro y había poco dinero en casa David, pensamos que te serviría mejor aprender inglés”. “¿Por qué si sabías que te hacía daño el pinche cigarro nunca lo dejaste?”. “Pues ya ves hijo, así son los vicios. Uno no puede dejarlos nomás de repente, me faltó fuerza de voluntad”.
Noche tras noche le pedía consejos y él me regalaba su sabiduría con frases cortas y una sonrisa. Creo que fueron los mejores meses de mi vida: acumulé mas recuerdos esas noches que los de toda una infancia, hasta que se descompuso esa chin·%·$”% de Memorex.
“Dr. Marcelín, ¿no hay manera de volver a platicar con David en la noche?”.
“Lo siento mucho don Luis, se nos acabaron los fondos en la UAM para darle mantenimiento a Memorex.
Desde que este régimen de la Nueva Transformación llegó al poder, la investigación y desarrollo de tecnología no es prioridad para ganar votos”.
Doña Martha abraza a su marido que está llorando. En una habitación fría de un hospital universitario, David sigue en un coma indefinido de muchos años, sin esperanza de regresar al mundo de los vivos. Su única oportunidad de estar en contacto con la familia nuevamente está suspendida de forma indefinida por las prioridades de los políticos mexicanos en temporada electoral.
Y así pues, Don Luis y David quedaron nuevamente en silencio, con muchas preguntas pendientes de respuesta.