“Doctor Montero, ¿qué “emoticard” quiere que probemos esta vez con el paciente? ¿Optimismo, alegría, confianza?
“No estoy seguro, Mariana. No podemos pasar de forma tan rápida de la tristeza al optimismo. Tenemos que graduar el rango de emociones para no dejar a la paciente en un estado catatónico”.
“No se preocupe, tengo lista una jeringa con una dosis de emergencia de Ativan, por si hace falta”. “¡Cómo!, ¿quieres que regresemos a la medicina del siglo pasado? La familia de Elizabeth me va demandar si no ven resultados con el neuroimplante. Pásame el calibrador micro-usb”.
Se escucha un bip, bip, bip durante varios minutos hasta que se termina de pasar toda la información desde la Mac del Neurocirujano a la cabeza de la paciente. Médico y enfermera se quedan callados, observando cómo la barra avanza lentamente.
¿Quienes son ustedes, qué estoy haciendo aquí?” Exclama con susto Elizabeth, parándose violentamente de la cama de hospital, arrancándose de un solo jalón el cable de la cabeza.
“Tranquila, Elizabeth, soy el Doctor Montero. Estás en la Clínica Diez del Seguro Social. Tu familia te encontró hace unas semanas vagando en Garibaldi. No reconocías a nadie, no te acordabas ni de tu nombre. Tu esposo autorizó un procedimiento experimental para hacer un “reinicio”, por decirlo así, de tu cerebro. Posiblemente te sientas confundida unos días, mientras terminas de asimilar toda la carga de tus memorias”.
– Elizabeth mira incrédula al médico y la enfermera… Se toca la cabeza y siente su cabello rapado en la zona de la operación.
“Señora, por favor, no se toque con las manos sucias el punto de inserción. Me va a echar a perder la limpieza que le acabo de hacer”, dice la enfermera González mientras sostiene en la mano derecha la jeringa con el medicamento.
“No puede ser que me hayan hecho esto sin mi consentimiento. ¡Cómo se atreven!. Los voy a denunciar con las autoridades”.
“Señora, acepté hacerle esta operación para que pudiera recuperar control de su vida. Aparte, tiene algunos beneficios adicionales que no le he explicado”, dice el Dr. Montero con una sonrisa bonachona.
– Mariana sonríe, se relaja y deja la jeringa en el buró, al lado de la cama de la paciente cero. “Mire, permítame hacerle una demostración”, y con unos cuantos movimientos en la holopantalla saca el Círculo de Emociones, la interfaz que le permitirá a Elizabeth tener control diario de sus emociones.
– Elizabeth se acerca, temerosa, recelosa. Perder su confianza en muy fácil. “Quiero aprender a usar eso. ¡Explíquenme sin rollos”
– El doctor ingresa su clave maestra en la pantalla.. “Señora, usted se merece una segunda oportunidad. Le garantizo que no se arrepentirá de este procedimiento. Se requerirán semanas para que aprenda a usar el software, pero una vez que domine lo básico, el manejo de sus emociones, le enseñaré como puede activar los módulos avanzados: hablar otros idiomas, historia, literaturas ciencias. Todo a solo unos cuantos clics de distancia. ¿Cómo ve?”.
– Mariana, le entrega la miniterminal, sin apartar en ningún momento la mirada. La jeringa la puede tomar con la mano derecha si hace falta, ojalá no. Sería una lástima que la ignorancia de esta señora echara a perder la operación… ¡Con lo que cuesta entrar a quirófano en esta Novena T!
“Mire Elizabeth”, le dice el doctor, “el próximo año posiblemente ya tendremos en existencia en la clínica una versión más pequeña, que te podrás poner en la muñeca como un reloj inteligente. Ten paciencia. Mientras tanto, programaremos una cita con la Trabajadora Social para que coordine todas tu fisioterapia y las citas con el psicólogo. ¡Ya verás que regresarás a tus actividades normales muy pronto!”
“A mí me cambió la vida”, dice Mariana: “Antes tenía ganas de matar a todo el mundo, ahora solo como a la mitad”. Sonríe mientras señala con su dedo la pequeña tapa de silicona que tiene en la cabeza.
“¡Váyanse mucho a la chingada…” Elizabeth se le abalanza al cuello a la enfermera, ella no tiene tiempo de tomar la jeringa. El doctor Montero reacciona de inmediato, con un gesto de la mano invoca el panel principal y toca un botón rojo, el más grande, justo en medio de la pantalla, y Elizabeth se desmaya en un segundo, con una sonrisa que recuerda a la Mona Lisa.
Así pasan las cosas Mariana. Cosas de la Novena T. Estos chunches importados de Corea no son iguales al Biotronik alemán.
“¡Ya qué doc! Ahorita vengo, voy por uno de mis compañeros para que me ayuden a subirla a la cama”.
– Vemos la cara triste del doctor Montero. De la esperanza a la tristeza, al alcance de un botón.